viernes, 29 de enero de 2010

El viejo perro ovejero - Allá lejos y hace tiempo - Guillermo Enrique Hudson

Disculpen el post Tardio!
Aca va...

Nuestro constante compañero de juegos, en aquellos tiempos, era un perro. Jamás se ha borrado de mi memoria el recuerdo del noble animal, cuyos rasgos e individualidad se grabaron profundamente en mi cerebro. Llegó a casa de un modo misterioso. Una tarde de verano, el puestero galopaba alrededor de la majada, tratando por medio de gritos de inducir a las ovejas perezosas a que fueran hacia las casas. Un rarísimo perro rengo apareció de pronto en la escena, como si hubiera caído de las nubes y, con su pata en el aire, corrió rápidamente detrás de los asustados animales, arreándolos hasta el interior del corral. Demostrando, así, que era capaz de ganarse el sustento, se estableció en la casa, donde fué bien recibido. Era un perro de buen tamaño, con el cuerpo largo, de piel negra y suave; patas, hocico y "anteojos" amarillentos. La cabeza, de volumen extraordinario, le daba profunda expresión de mono sabio. Una de sus patas traseras había sido rota o herida. Cojeaba de manera particular. No tenía cola y sus orejas estaban cortadas al ras de la cabeza, pareciendo en conjunto un viejo soldado de vuelta de la guerra, donde recibiera muchos golpes y en la cual dejara porciones de su anatomía.
No pudimos encontrar ningún nombre que viniera bien al singular visitante canino, y como respondió bastante rápidamente a la palabra "pichicho", usada para llamar a cualquier perro sin nombre —como se emplea la de "miz" para llamar al gato— fué Pichicho su único nombre, hasta que desapareció misteriosamente como había venido, después de haber pasado algunos años con nosotros.
Demostró, muy pronto, que entendía a los chicos tan bien como a las ovejas. En cualquier momento nos permitía embromarlo y tironearlo despiadadamente, pareciendo que nuestras travesuras le divertían. Las primeras lecciones de equitación las tomamos sobre su lomo; pero el viejo pichicho cometió casualmente una falta, después de la cual fué relevado de la tarea de llevarnos. Cuando yo tenía cuatro años, mis dos hermanos mayores, en su carácter de maestros de equitación, me sentaron sobre él. Para probar mi capacidad de sostenerme encima y salvar las dificultades, corrieron llamándolo. El viejo perro, excitado por los gritos, salió detrás de ellos y yo caí rompiéndome una pierna, porque como dijo el poeta: Los niños son muy chicos Y sus huesos muy quebradizos.
Felizmente, esos huesos quebradizos y pequeños rápidamente se sueldan, no tardando mucho en quedarme curado de los efectos de este accidente. Sin ninguna duda, mi corcel canino quedó tan disgustado como cualquiera de nosotros con lo sucedido, y aun me parece ver al inteligente compañero, sentado en la curiosa posición que había adquirido para hacer descansar su pata enferma, con la boca abierta en una especie de inmensa sonrisa y mirándonos con sus ojos castaños y benevolentes, reflejando la misma expresión que pone una de esas negras fieles y ancianas, encargadas de un montón de revoltosos chicos blancos, ¡tan orgullosa y contenta de cuidar a los hijos de una raza superior!

3 comentarios:

  1. Amigos:

    Elegí este texto para recordar a aquellos amigos, no humanos, que todos tenemos o hemos tenido.

    En especial se lo dedico a mi perro de siempre “Tshrehuá”... o en la variante “pronunciable para chicos: Teguá”. Sé que es un nombre poco común y hasta se presta a la burla, pero por no encontrarle uno mejor, le pusimos ése, que simplemente significa “Perro” en Chedugún.

    Estoy seguro que un análisis de ADN de Tshrehuá hubiera revelado una admixtura genética poco vista (forma académica de decir que era de una cruza incierta). Era hijo de “madre soltera”. Aunque se sospechaba que el padre era astuto, de cierta estatura y sabía saltar tapiales. A pesar de eso, Tshrehuá había salido inequívocamente a la mamá: retacón, muy dado para los chicos y muy, pero muy, distraído.

    Frustrado cazador de liebres, a las cuales corría de atrás sin mayor éxito, del galgo había heredado el instinto, pero no las patas. Yo lo emparejaba en la utopía cuando corría liebres porque les tiraba con la onda, tratando de “frenarselas”. Nunca nos funcionó esa estrategia, pero como nos divertimos!

    Un día, Tshrehuá apareció en casa con una cabeza de liebre (entera con pelo, ojos y todo) y se tiró a masticarla frente a la cortadera del jardín. Yo estaba como loco de orgullo y mi viejo (en su infinito pragmatismo germano) me pinchó el globo con una pregunta retórica: “De donde habrá robado esa cabeza el perro este?”.

    No se si Marcos y Ger se acuerdan de él. Era un atorrante muy grande y, parecido con el perro del relato, de viejo tenia un problema (aunque mas serio, de parálisis) en el tren posterior. Esto le valió unos últimos meses (año?) de vida muy desgraciados. El día que fue sometido a la eutanasia (eufemismo para asesinato), fue un día muy triste para Silvia (mi hermana) y para mí.

    Otro perro que me hizo acordar el cuento fue al bueno de Franz. Un Datschung de la familia de Germán, que aparecía y desaparecía como por arte de magia. Germán me corregirá o confirmará en esto.

    Ah! Marcos tenía al “Chonchi”, otro petiso, que solía estornudar mucho y volver loca a la Abuela. Espero que Marquitos aporte algo al respecto.

    Espero poder leer mas historias de perros en estos comentarios!
    Saludos!

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  2. Yo me acuerdo de TEGUA (nunca supe que se escribia tan complejo). Ya lo conoci paralitico de sus extremidades traseras... Y recuerdo perfectamente el dia de la inyeccion letal. Recuerdo que Juan me dijo: se quedo dormido. Lo dijo serio, trago saliva. No lloro.
    Y por supuesto me acuerdo de FRANZ, y su misteriosa desparacion de una navidad hasta la siguiente. ¿fueron los OVNIS? ¿o habra sido el famoso milagro de la navidad?
    De CHONCHI no me acuerdo, sinceramente...
    Les sumo otro: CATRIEL, otro de raza mixta que vivio 22 años humanos (como 675 años caninos) y fue muy pero muy querido por la familia Dittler...

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  3. yo me acuerdo de Bujou perra boxer que segun mi vieja me enseño a caminar, por eso sali mdeio chueco, y German se debe acordar casi se lo come crudo cuando le quizo tocar los cachorros, teniamos 7 u 8 años,. que gratos recuerdos
    mmm

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